No vivió muchos días, pero sí grandes días.
Coleccionaba tardes silenciosas,
altas noches serenas,
sueños de niño que ha crecido de pronto
y no sabe qué hacer con tanta vida.
Los frutos caen cuando están maduros.
Él cayó antes de tiempo, pero a tiempo.
Sus vacaciones nunca terminaron.
No había cumplido veinte años. Nunca
enganó a una mujer,
delató a un compañero,
cerró las manos con codícia,
suspechó que sus padres le mentían,
que las palabras más hermosas
-- patria, Dios, destino, sacrifício --
eran sólo coartada de canallas.
Ya es leve tierra en dura tierra ajena.
Ninguna tierra fue dura para él.
Donde él estaba, estaba el Paraíso.
Si le queríais, no lloréis:
sonreíd como él sonreía
cuando una bala, piadosa, lo encontró.
José Luis García Martín