MUY CERCA DE VIA VENETO
Ni las tercas ruinas ni el gastado
esplendor, ni la púrpura o el mármol,
herencia fastidiosa de los siglos,
han de permanecer en la memoria.
La roja y fresca invitación de un puesto
de sandías, alguna fuente indigna
de la inmortalidad da las postales,
la matinal sonrisa de la luna,
los libros que vendían en un puente
custodiado por ángeles, los sabios
labios de aquella prostituta
muy cerca de Via Venetto, el mendigo
que nos miró con el desdén de un príncipe...
Tal es, oh Roma, el don que me has dejado.
José Luis García Matín