UN DESTINO
Anónimo, discreto, provinciano,
escribí versos que no fueron leídos
a mujeres que nunca fueron mías
(sólo amé a quien pasaba
indiferente por mi lado);
soñé la vida que otros escribieron,
anduve por ciudades
en donde nunca estuve,
fui Hamlet y fui Ofelia y Lope y Marcel Proust,
remero en las galeras de Bizancio,
tañedor de viola en el jardín di Boboli,
conductor de tranvías en Manhattan,
Ariadna desdeñada por Teseo,
trapense en la mudez de un claustro...
Si tuve amigos, lo he olvidado;
sólo recuerdo tardes infinitas
monologando a solas o entre libros,
apagada ceniza que manchaba las manos.
Pienso en la muerte, en el mullido lecho
después del traqueteo de un viaje interminable,
y temo que alguien me la niegue. Puede morir
quien no ha vivido?
José Luis García Martín